Lo primero que hice fue desempolvar el lienzo para comprobar que estuviese en buen estado y… ¡estaba casi perfecto! Aun en su envoltorio original y, aunque en un lateral estaba un poquito roto, no había nada desastroso en él.
Una vez tuve el lienzo en mi poder, desembalado y sobre la mesa, le dije a Principito1 si quería pintar, y como no, me respondió que si!
Busqué «silueta de rosa» en google, imprimí la que más me gustó y recorté la silueta dejando solo los trazos y algunas partes de las hojas.
Con la ayuda de cinta de doble cara (que no peque demasiado), pegué suavemente la silueta en el lienzo, saqué los colores de pinturas de dedos que me interesaban, una esponja con la que pintamos siempre y… le di las intrucciones a mi hijo de como pintar la rosa:
- La parte de arriba en rojo, mojando en la pintura y a toques suaves.
- La parte de abajo en verde, de la misma manera que la parte superior pero, en ningún momento podía tocar la pintura roja. Y… ¿sabes qué? Aunque parezca mentira, mi hijo de 3 años me hizo caso.
Una vez que terminó de pintar la rosa, quité la silueta que había pegado en papel y con una toallita de bebé repasé las zonas en las que se había «pasado de la raya» porque se había movido un pelín la silueta (la próxima vez tendré que engancharla en más puntos).
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